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Ecuador, 28 de Marzo de 2024
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El Telégrafo

Especial

Martha,
el nexo con Warints

Martha Masana es la relacionadora comunitaria de la compañía Lowell Mineral en la comunidad shuar de Warints. Con una sonrisa constante y una envidiable memoria saluda de nombre a cada madre, niño o habitante de este poblado, ubicado en la Cordillera del Cóndor (Morona Santiago). Está enamorada de Warints, de su gente, y del trasfondo social que el proyecto minero en la zona emprende. Su presencia ha ayudado a fortalecer el empoderamiento femenino.

Martha es una mujer de mediana edad, tez canela y ojos claros. En ella destaca la amabilidad, el don servicial para siempre estar pendiente de ayudar. Cada semana deja a su hija y amigos cercanos para trasladarse en avioneta hacia Warints. Lleva consigo un sleeping y su mochila con objetos personales, botas y ropa para soportar el impredecible clima de la selva.

Su papel como relacionadora comunitaria es, entre otros, el de resolver conflictos. “Soy todóloga”, comenta. Y la verdad que no miente porque se la ve de un lado al otro atendiendo requerimientos y presta a colaborar. Si un joven camina en malos pasos, si una madre sufre abusos o si un dirigente joven necesita escuchar una segunda opinión para tomar una decisión, ahí estará Martha.

Hija de un español y una indígena shuar, Martha labora como el nexo en territorio de la empresa exploradora de cobre y las comunidades de Warints y Yawi, que conforman la alianza estratégica Warintza. Trabajar en una institución dedicada a la minería fue algo que nunca se imaginó.

Estaba en contra de esta industria por el daño que observó en otros lugares de la Amazonía Ecuatoriana. Hace tres años apareció Lowell Mineral, subsidiaria de la minera Solaris Resources Inc., y le propuso ser parte del proyecto, calificado como el primero de minería indígena. “Si tanto criticas por que no eres parte de la solución?”, le preguntaron. Así se animó a ingresar y cambiar su vida urbana en el cantón Sucúa para vivir, de lunes a viernes, en medio de las montañas y la selva.

Su historia en la comunidad es reciente, pero antes de bajar por primera vez de la avioneta a la pista empedrada de Warints, Martha tuvo que pasar por capítulos que la alejaron temporalmente de sus raíces.

Martha Kajekai

Su padre fue un misionero español que llegó al Ecuador en la década de los 70s para trabajar con las comunidades indígenas de Morona Santiago. Los líderes shuar le obsequiaron una mujer para que contrajera nupcias. El extranjero se negó.

La negativa molestó a los caciques, que entonces le prohibieron tener cualquier tipo de relación sentimental con otra mujer de la comunidad. El padre de Martha tampoco hizo caso y formó un hogar con la madre de Martha, con quien tuvo cuatro hijos, siendo ella la segunda en nacer.

Desobedecer las disposiciones shuar tendrían sus repercusiones años después. Los líderes juraron venganza. Para el misionero español no era una sorpresa lo que estaba por ocurrir. En una carta se despidió de su familia porque sabía cuál era su destino. Martha tenía tan solo cinco años cuando los shuar envenenaron a su padre.

El tiempo curó las heridas. Junto a su madre y tres hermanos se mudaron a Sucúa, aunque nunca perdieron la cercanía con su cultura shuar. Entre bromas, recuerda que eran “medio queso” por su sangre española y amazónica.

En los últimos años sintió que hubo una politización de la cultura shuar de parte de los propios líderes y dirigentes comunitarios. Le incomodaba que se tomaran el nombre de su pueblo para obtener beneficios personales o que convirtieran sus costumbres y tradiciones en show.

Jamás desconoció sus raíces indígenas. En sus muñecas siempre luce dos manillas de mullos rojos que le recuerdan su origen. Sin embargo, Warints la trajo de regreso a su lado indígena. Compartir con su gente y retomar esa conexión directa con la cosmovisión Shuar Arutam la motivó a que en un festividad de la comunidad sorprendiera a todos. Martha apareció con un tarach rojo (atuendo tradicional) y otros accesorios de la vestimenta shuar. Nadie la había visto antes vestida así, para quienes la veían como una mujer occidental por sus rasgos europeos. Desde entonces, a Martha la han comenzado a llamar por su segundo apellido. Ya no es Masana, sino Kajekai.

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El choque con la comunidad

Cuando empezó a trabajar en el proyecto minero su presencia implicó un desafío para todos los habitantes debido al machismo shuar. En esta cultura la mujer cuida a los hijos, no trabaja. Eso hacía que los dirigentes fueran recelosos ante ella. En reuniones no la miraban ni le dirigían la palabra. Para ellos solo existía su compañero, Clemente Tsuink.

Como exsíndico (máxima autoridad) de la comunidad, Clemente siempre ha sido muy respetado por el resto de socios (habitantes de la comunidad). Además, al ser hombre su presencia tenía mayor peso que la de Martha. Pero a la hora de trabajar, ambos eran iguales. Así resultó en un choque cultural cuando cada día, a las 17:00, Martha lo llamaba para ayudar a preparar la merienda. En voz alta y en público le pedía a su compañero participar en los quehaceres.

Martha es muy cariñosa. No tiene reparos en abrazar a sus amistades. Sus muestras de afecto no son coqueteos, simplemente es su manera de ser. Por eso no veía mal o indebido el hecho de dar un abrazo a Clemente. Corría por su espalda y lo agarraba desprevenido. Él se quedaba inmóvil y en silencio.

Un día se animó a confesarle a su compañera sus preocupaciones.

-“Ya no me abraces, aquí la gente no lo ve bien”, le dijo.

Martha echó a reír. - “¿Por qué no me lo dijiste antes? No habría sido tan confianzuda”, le respondió.

Clemente también le explicó que no era normal que a un hombre le dieran órdenes para ayudar en tareas que para ellos son de mujeres, como cocinar o limpiar, por lo que prefería que se lo dijera en privado para evitar burlas o malos comentarios.

Empoderamiento femenino

Las mujeres de Warints y Yawi aprenden diariamente de Martha. Para varias de ellas es un ejemplo a seguir, un modelo de empoderamiento y de igualdad de género. A pulso se ganó el respeto de los líderes de la comunidad, quienes la escuchan y toman en cuenta.

Algunas madres dicen que les gustaría que sus hijas sean como Martha. Desde su mentalidad urbana ha tratado de introducir en la cultura local ideas sobre los derechos de las mujeres. El desarrollo ha sido integral, desde enseñarle a la comunidad a entablar relaciones laborales con mujeres hasta el acceso a la educación.

Cuando habla de Warints se le iluminan los ojos. Los vestidos, tacos y maquillaje se quedan en su casa, porque a la hora montarse en una avioneta y aterrizar en plena cordillera, Martha no se amilana y disfruta la experiencia de contribuir al desarrollo de las comunidades.